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¿Volvemos a nuestros orígenes… o involucionamos?
Se dice que para gustos, hay colores. Al menos eso es lo que nos han hecho creer. Sin embargo cuando vas al súper, sabes que el jamón de pata negra de bellota está en otra liga distinta a la de la mortadela, y eso que vienen de la misma especie animal. Nadie te va a defender que la mortadela es mejor, más sana y le gusta más. Nadie que tenga lengua, paladar, y esas cosas (algún boloñés fanático de sus orígenes, eso sí). Ahora bien, cuando cambiamos del sentido del gusto al del oído, la cosa cambia: las discusiones sobre la calidad y la repercusión de los géneros musicales levantan espadas, ampollas y abren heridas tan profundas como los orígenes del ser humano. Pero, ¿por qué?
El Folk es ese jamón de pata negra, y lo sabes
La textura de esa loncha de jamón sobre tu lengua, la sensación de que la grasita del ibérico se funde literalmente en tu boca, ese regustito que queda durante minutos y te pide que vuelvas a pecar con otra loncha, y otra, y otra; el éxtasis se repite con cada bocado y se graba a fuego en tu cerebro para siempre.
Pues con la música celta pasa lo mismo. Esas notas que comienzan a sonar a través de tus oídos, esa sensación que te invade cuando los instrumentos de cuerda y viento comienzan a entrelazarse, ese regustito que queda durante minutos en el alma y te pide que vuelvas a escuchar otra canción, y otra y otra; el éxtasis de una gaita rasgando el silencio en el clímax de la pieza musical y que te eriza el vello de la cabeza a los pies. Eso, que se te graba a fuego en tu cerebro para siempre; eso es el Folk.
Cuando el Folk toca el alma no es fruto del azar
Como el mejor de los jamones ibéricos de pata negra, de bellota; estarás de acuerdo conmigo que el folk es un género que necesita tiempo de maduración y secado. Los artistas que intervienen en este género necesitan años de práctica para dominar su instrumento musical. La composición y la interacción de los músicos en una pieza cualquiera es, cuanto menos, compleja: ya sabes, lo difícil es brillar sin apagar a los demás, y en eso la música de raíz sabe dar el do de pecho.
Todo, desde un cambio de ritmo, un acorde, un silencio; repito: todo está pensado para embelesarte, permitir que entres en una ensoñación donde tu alma se libera y tu corazón comparta sentimientos al compás de la música.
Y es en ese momento cuando se da la magia: imagina que no es sólo tu corazón, sino decenas, miles de corazones compartiendo al unísono esa ensoñación. Imagina por un instante que todas esas personas vibran en armonía y se dejan acariciar el alma…
Pues eso sucede, amigo mío, en cada concierto de Folk del bueno. Y eso, se queda grabado a fuego en el cerebro, y sobre todo, en el corazón.
El folk es mucho más que un género musical
Sí, lo sé: el Folk no es el único género musical que acaricia el alma, pero ¿sabes? pocos géneros son capaces de darte tanto como él.
Cuando pienso en la música celta y de raíz, me vienen a la cabeza sonidos artesanos, tradiciones destiladas en sus melodías, historias, mitos y leyendas escondidas en sus letras, el respeto a los que nos precedieron, la mismísima esencia del ser humano, aquello que nos ha hecho perdurar y seguir resistiendo sobre la faz de la Tierra.
Creo con firmeza que la música tradicional es una de esas cosas que todavía tienen poder de devolvernos a esa esencia, de reconectarnos con nuestros orígenes y recordarnos quienes somos, de dónde venimos y a dónde deberíamos ir.
Por desgracia, al Súper le interesa que comas mortadela
¡Oh sí, my friend! La mortadela es ese embutido que lleva de todo un poco para engañar a tu estómago, porque el cerebro, que recuerda bien cómo sabía el jamón de pata negra de bellota, no se deja engañar tan fácilmente. Desde carne, grasa y corteza de cerdo (espero que le quiten los pelos, por favor), agua (si, así la vendemos al peso y ganamos más dinerito), carne de pollo y pavo (ya empezamos a mezclar carnes… malo), sal, almidón, los famosos estabilizantes para lograr que eso se mantenga en condiciones, aroma (para hacer más llevadero el trago) hasta el azúcar (sustancia más adictiva que la cocaína); todo está pensado para que un popurrí de carne y grasa se cuele en tu cesta de la compra.
La mortadela es más barata y da mucho más beneficio a la industria alimentaria, pero no por ello más conveniente para tu salud. Hablando en términos nutricionales, es una porquería de alimento, y esto no lo digo yo, lo dice cualquier nutricionista al que le preguntes.
En cierta manera, me recuerda a géneros como el Reggaeton o el Trap. Piensa cuántos instrumentos se dan cita en un concierto de Reggaeton. Piensa siquiera en si existe partitura para dicho concierto (espero que sí). Piensa por un momento en cuanta variedad de ritmos albergan sus piezas musicales (aquí viene el momento en el que me atraganto con el té helado).
Intenta recordar algún tema de Trap o Reggaeton en el que se respire respeto, no sólo a los que te preceden, sino a la otra mitad de la población: las mujeres. Un género musical que basa su filosofía en tratar como objeto sexual a la mujer y en cómo satisfacer las necesidades del macho animal, no hace más que involucionar a cuantas almas toca, si es que las toca.
Porque aquí el único contacto mágico que se da es con las entrepiernas. Olvídate de corazones y almas. Es el cóctel perfecto para navegar en la oscuridad de la discoteca con un cubata de garrafón en la mano. De ahí que ya no se escuche otra cosa en las noches de marcha.
En mi opinión, tanto el Reggaeton como el Trap son el ejemplo perfecto de cómo en la involución prima el instinto animal, la ostentación y la apariencia por encima de toda esencia que nos haga dignos del título de Ser Humano.
Hablando en plata…
A la industria musical alimentaria, en general, le gusta la mortadela, porque basta con cocer las materias primas y amasarlas, embutirlas en plástico contaminante y obtener el máximo beneficio (para las grandes empresas, claro).
Es mucho más fácil para las altas esferas tener controlados a corazones sedados con mensajes de oro, cerebros anulados por sus entrepiernas; vamos: un pan y circo en toda regla.
Pero tú, como consumidor, estás de enhorabuena. Porque el salto económico que tienes que dar para disfrutar de la música artesana apenas existe, a diferencia de la mortadela y el jamón de bellota de pata negra.
Yo no me puedo permitir comprar jamón ibérico de pata negra, pero a temazos Folk, ¿qué quieres que te diga? me pongo morada todos los días. ¿Y tú? ¿Te das un lujo musical con el Folk o sigues escuchando mortadela Reaggeton y Trap?
Redactora:
Marié Campos Álvarez
https://mariecamposalvarez.com/
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