Entre las grandes maravillas de Irlanda se encuentra Inishmore. La isla más grande de Aran, en la bahía de Galway, y la localidad más leal a la mítica cultura irlandesa. Considerado el corazón celta de Irlanda, la lealtad al idioma irlandés y la cantidad de sitios antiguos hacen de Inishmore un lugar simbólico.
Los lugareños gozan de la mejor cerveza de la región y cultivan prácticamente de todo. No siempre fue así, afirman. Pero con orgullo siguen trabajando la tierra y celebrando su historia.
La campiña de la isla de Inishmore
La historia de la campiña es curiosa, y es quizá gracias a su ubicación. La comunidad cuenta con orgullo como la isla siempre se mantuvo lejos del control de la corona británica, defendiendo su soberanía y alcanzando la autonomía por cuenta propia.
Sin embargo, no todo fue color de rosas para los isleños. Según parece, el aislamiento también les jugó una mala pasada en momentos cruciales de su historia. Aspecto que dejaron atrás cuando empezaron a invertir en el turismo.
Los lugareños también cuentan como Inishmore se convirtió en la primera campiña en ondear la bandera de la República de Irlanda mucho antes de que el resto del país firmara el acuerdo de independencia.
Orgullosos, como cualquier irlandés de pura cepa, es precisamente la lealtad hacia la cultura y a la pureza del lenguaje lo que hace de la localidad un lugar atractivo e interesante. Sumado a su geología, fauna y arqueología, por supuesto.
Estilo de vida
Inishmore es la isla más grande del archipiélago de Arán. Un conjunto de tres islas rodeadas por el océano atlántico. Aquí, la piedra caliza protege a la Bahía de Galway de las feroces olas atlánticas.
El clima es naturalmente frío. No obstante, los lugareños enfrentan las bajas temperaturas con sopa de pollo hirviendo, estofado de cordero (mejor conocido como stew) y la siempre presente Guinness, la ‘stout’ más conocida del mundo.
Como unas 1.300 personas viven en la isla de 14 km de longitud, los pasatiempos suelen ser simples. Música tradicional, juegos de billar, charlas amenas y el cultivo de la tierra.
Es común escuchar el sonido del acordeón, el whistle y los golpes hondos del bodhram. Así es como el día muere en Inishmore y nada pasa desapercibido ante la calma. Ni la música, ni el lenguaje, ni el viento, ni la lluvia, ni mucho menos la pinta Guinness.
Sin lugar a dudas, visitar Inishmore es adentrarse en el pleno corazón celta de Irlanda.
Deja una respuesta