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Ennio Morricone ha sido uno de los compositores más prolíficos para la industria cinematográfica. El aclamado compositor ha participado en la música de más de 500 películas y series.
Desde Celta Digital nos hacíamos eco de una triste noticia que nos ha conmocionado por la inmensa perdida que supone para el mundo de la música. Se trata de un género musical que a todos en algún momento nos ha hecho volar a través de las poderosas sensaciones que despierta en nosotros asociadas a las imágenes del llamado “séptimo arte”, el bellísimo mundo de las bandas sonoras.
Dentro de este apasionante universo musical ha existido un hombre prodigioso que ha marcado, sin ninguna duda, la diferencia en de este género a lo largo del último medio siglo. Estamos hablando de Ennio Morricone, uno de los compositores más prolíficos para el celuloide. No en vano, éste ha llegado a participar directa o indirectamente en la música de más de 500 películas y series, dejándonos un legado de incalculable valor con el que futuras generaciones podrán deleitarse ahora y siempre.
Nacido en 1928 en Roma, Ennio comenzó a tocar la trompeta y componer cuando tan solo era un niño y a los seis años, la misma edad con la que Wolfgang Amadeus Mozart comenzó a componer sus primeras obras musicales.
A los diez años el pequeño Ennio entró a formar parte de la orquestina amateur que dirigió Constantino Ferri matriculándose en el conservatorio de Santa Cecilia (Roma) en la especialidad de trompeta bajo, siendo seleccionado tan solo tres años más tarde para formar parte de la orquesta de esta institución, con la que realizó una gira por la región del noroeste italiano del Véneto bajo la batuta de Carlo Zecchi.
En 1943 se inició en estudios de armonía por influencia del profesor Roberto Cagianno, quien en seguida supo ver el potencial talento de Morricone para la composición, llegado a completar el curso en tan solo seis meses. Posteriormente estudió composición con los maestros Carlo G. Gerofano y Antonio Ferdinandi.
Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajo bajo la dirección de Alberto Flamini, siendo seleccionado para doblar las voces de la primera trompeta, junto a su padre Mario Morricone, en escenarios de hoteles en los que se encontraban las tropas americanas establecidas en territorio italiano, desarrollando así su faceta como instrumentista dentro del ámbito profesional.
Al término de sus estudios como trompetista, comenzó su carrera como compositor, realizando numerosas piezas de música de cámara y música vocal, dentro de las que se incluyen obras para pequeños grupos de cámara, música incidental, piezas corales y algunos “lieder”. Durante la década de los 50 completó su formación como compositor con Goffredo Petrasi y se matriculo en un seminario con el vanguardista John Cage, de que adquirió la facilidad para explotar los numerosos recursos sonoros que ofrece el tapiz orquestal con el que años más tarde nos asombraría a todos en la creación de sus bandas sonoras.
Para poder costearse sus estudios, el joven Ennio comienza a trabajar componiendo numerosos arreglos para algunas series de televisión y, más tarde, poco a poco se va introduciendo en el apasionante mundo de las bandas sonoras, componiendo su primera banda sonora en el año 1961 para la película del director italiano Luciano Salse “Il Federale” (El Federal), una tragicomedia italiana protagonizada por el actor Ugo Toganzzi ambientada en la Italia fascista de la segunda guerra mundial.
Su relación con compositores contemporáneos de renombre, como Luciano Berio o Luigi Nono, impulsaron su carrera de una forma notoria, y sus colaboraciones con los directores de cine Bernardo Bertolucci y el guionista Sergio Leone, dentro del género del “Spaguetti Western”, terminaron de dar el impulso definitivo que Morricone necesitaba dentro de la escena musical cinematográfica.
Dentro de este género cinematográfico llego a componer bandas sonoras tan célebres como: Por un puñado de dólares (1964), Una Pistola para Ringo (1965), La Muerte Tenía un Precio (1965), El bueno, el feo y el malo (1966) o Dos mulas y una mujer (1970).
A medida que su actividad dentro del mundo cinematográfico iba creciendo exponencialmente fue abandonando paulatinamente su faceta como compositor de música “culta”, dedicándose exclusivamente a partir de entonces a la composición para bandas sonoras. El sello personal e inconfundible de Morricone fue trascendiendo, un estilo sencillo pero a la vez efectivo, con orquestaciones poco densas pero llenas de melodías pegadizas, con un sonido seco y transparente, pero lleno de fuerza y emoción, centrando sus composiciones en la trama de la película y respetando siempre la dinámica de los guiones, dejando “hablar a la historia” creando ambientes con su música que complementasen las diferentes escenas sin arrebatarles su esencia, tal como manifestó en su teoría: “La música de una escena no pertenece al compositor sino al filme, lo que prima es la necesidad de la historia que cuenta la película”.
A partir de la década de los 70 inició una nueva actividad pedagógica como maestro de composición en el conservatorio de Frosione, esta etapa favoreció su retorno de forma puntual al mundo de su faceta como autor, en forma de colaboración con el STUDIO R7 de música electrónica.
En 1979 aceptó el primer encargo de un director de cine americano: Edward Dmytrik, un director de origen ucraniano afinado en los Estados Unidos, para el que compuso la música de “The Human Factor” (1975) , un drama que se desarrolla en Italia y Estados Unidos y la que fue la última película de este director americano.
Si bien la relación de Morricone con Hollywood nunca fue positiva, ya que este se negó a instalarse en Los Ángeles porque el estilo de vida estadounidense no le atraía lo más mínimo y tampoco su idioma éste, llegó a ser nominado hasta cinco veces a “Los Oscar”, la primera de ellas en 1979 por el western “Days of Heaven” (1978).
Tras más de 20 años de frenética actividad en el mundo de las bandas sonoras, en 1983 se convirtió en miembro del consejo de administración de la asociación “Nuova Consonanza”, dedicada a la producción de música contemporánea reduciendo drásticamente su actividad dentro de la producción para cine sin embargo, a pesar de ello, tan solo un año después tuvo tiempo para firmar la que muchos consideran su obra magna dentro de las bandas sonoras, la composición del último filme de su amigo Sergio Leone “Once Upon a Time in America” (Erase una vez América).
En 1986 compuso la banda sonora para la película “La Misión” por la que fue nominado a los Oscar, sin embargo, sorprendentemente, a pesar de la belleza y calidad de la misma no logró una decisión unánime por parte de los miembros de la Academia de las Artes Cinematográficas de Hollywood, un hecho que ha resultado incomprensible para el mismo Morricone a lo largo de su vida.
Tan solo un año más tarde en 1987, fue nominado de nuevo a “Los Oscar” por la realización de la banda sonora del filme “Los Intocables de Elliot Ness” como mejor banda sonora, sin embargo, en esta ocasión tampoco pudo alzarse con la estatuilla dorada quedando en tercer lugar.
Aún así, volvería a ser nominado hasta en dos ocasiones más: en 1992, por “Bugsy”, de Barry Levinson y en 2001, por “Malena”, de Giuseppe Tornatore. Esta reticencia siempre se ha interpretado como un voto de castigo de la crítica estadounidense por la actitud de un artista de reconocida militancia europeísta.
En 2016 se alzó por fin, a pesar de su extensa trayectoria y su vasta producción musical cinematográfica, con su primer y único Oscar a mejor banda sonora por “The Hatefull Eight”.
Completamente inmerso de nuevo hacia finales de las década de los ochenta y principios de los noventa en su producción “culta”, Morricone recibió un auténtico rosario de galardones, homenajes y reconocimientos que se materializaron en forma de programaciones y ciclos de conciertos a lo largo y ancho de toda la geografía italiana, culminando con la concesión, por iniciativa del primer ministro Oscar Luigi Scalfaro, del título de ‘Commendatore dell’Ordine Al Merito della Reppublica Italiana’en 1995.
Hubo que esperar hasta 2007 para que la Academia de las Artes Cinematográficas de Hollywood le concediese a Morricone su primera estatuilla dorada como reconocimiento a su trayectoria y su inmensa carrera, un premio que el propio Morricone llego a renococer que “Ya no lo necesitaba” pero que finalmente decidió quedarse.
Éste, siguió trabajando siempre de forma autónoma al ritmo que quiso para cine y televisión, mostrándose siempre implacable y hostil con la prensa estadounidense a la que le atribuía su fracaso dentro del mercado norteamericano, al no comprender ésta que el éxito de su música residía en la claridad temática y la simplicidad armónica de la mayoría de sus composiciones, llegando a afirmar en numerosas ocasiones que no volvería a trabajar para Hollywood, siendo muy crítico con los sectores de la producción cinematográfica americana, a los que criticaba con vehemencia por sus carencias: “como realizadores no saben demasiado de música, por ello, preparo siempre tres orquestaciones diferentes para mis temas”.
Ayer, su Roma natal le vio cerrar los ojos a los 91 años de edad, despidiéndose de todos a través de una carta en la que reiteró su compromiso con la música y manifestó el profundo amor que le tenía a su amada esposa María Travia, con la que compartió casi siete décadas de alegrías y desencuentros, su música y sus melodías quedarán impregnadas en el subconsciente colectivo de todos nosotros por melodías tan bellas como “Gabriel´s Oboe” de la película “La Misión”, descanse en paz…
Texto: Javier Celada Quintanilla.
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