Las más famosas guerras cántabras se sucedieron durante unos diez años aproximadamente; del 29 al 19 a. C. Y fueron el resultado, primero del exceso de seguridad romana y después de su herido orgullo.
El pueblo asturcántabro y su indudable atractivo
Antes mencionábamos el exceso de confianza de los romanos porque sin duda menos preciaron el potencial de nuestros guerreros. Los romanos hacía poco que habían estrenado su nuevo estatus de imperio y las guerras cántabras reforzaría su fama.
Estaban bien organizados y avanzados a nivel social y político. Es por eso que la lucha entre ellos y un pueblo aparentemente más primitivo les parecía fácil. Astures y cántabros se organizaban en clanes y vivían en aldeas.
Por otro lado, el emperador Augusto deseaba probar su valía conquistando nuevos territorios. Lo que también supondría aportar más riquezas al imperio. Y quizás daba por ganada la contienda frente a unos cuantos lugareños rurales.
La zona que ahora ocupan Asturias y Cantabria disponía de cuantiosas cuevas; yacimientos de metales preciosos como oro y plata. Además de disponer de mucho hierro. Sin duda parecía que todo el valor bien merecía un intento.
Por aquel entonces Augusto había salido victorioso de la última guerra civil romana. Algo que no aportaba grandes méritos a su leyenda, pero sí habría alimentado su sed de sangre. Un error que pagaría pronto.
Los guerreros cántabros y astures
Por otro lado, encontramos a estos pueblos que, aunque no tan sofisticados, disponían de muchas ventajas. Se trataba de clanes guerreros, curtidos y organizados. Además, contaban con un terreno que les favorecía y limitaba el acceso de los enemigos.
El inicio de la las guerras cántabras fue un auténtico varapalo para los henchidos romanos. Los guerreros norteños se organizaban en pequeños grupos que iniciaban contiendas constantes.
Emboscaban a los romanos cada vez que estos intentaban moverse. Parece que hubo verdaderas masacres y el tan organizado ejército de Augusto sufría bajas por decenas.
Cuando Augusto dejó aquellas tierras para volver a su Roma natal, podemos imaginar que no lo haría de muy buena gana. Aunque sin duda dando por hecho que la victoria de su ejército pronto tendría lugar. Pero sin entrar en más detalles respecto a los acontecimientos.
Sus generales no parecían tener mejor suerte durante su ausencia. Así, lo que parecía ser cosa hecha, empezaba a complicarse.
Las numerosas bajas en su ejército y la gran inversión que estaba suponiendo empezaron a avivar las ganas de victoria. Lo que empezó siendo algo estratégico parecía convertirse en un desafío personal: los guerreros cántabros plantando cara al mismísimo imperio romano.
Una de las anécdotas que llega hasta nuestros días
Ya hemos comentado en otras ocasiones que los pueblos asturcántabros tenían una caballería muy potente y admirable. Sus caballos, conocidos como asturcones, era rivales que destacaban notablemente frente a la caballería romana.
Pero no solo eso, también había dos valerosos guerreros cántabros de los que siguen hablando las leyendas. Uno de ellos, el llamado Laro, dispone de un monumento en su honor en Santander.
Aunque algunos historiadores opinan que quizás tuvo más de leyenda que de realidad. Sin duda simpatizantes del imperio romano. Pero fue el conocido como Corocota el que protagonizó la anécdota más comentada.
Y es que fue un guerrero tan valeroso y difícil de matar que hasta pusieron precio a su cabeza. Una recompensa que los romanos estaban deseando pagar a quien les librase de aquella pesadilla hecha hombre.
Aunque cuentan que fueron tantos los que fracasaron que el gran Corocota en persona quiso sacar partido. Se presentó entonces ante el general romano pidiendo que le pagara a él la recompensa pues nadie más podría cobrarla.
Los romanos caían uno detrás de otro hasta que lo consiguieron por fin
Tras el emperador Augusto fueron muchos los comandantes que le sucedieron. Como Cayo Antistio, Lucio Emilio o Cayo Furnio que aguantaron como pudieron sin apenas diferencia.
Una de las medidas que tomaron fue despoblar las zonas colindantes y casas aisladas para avanzar. Algo que junto a los 8 o 9 años de asedios que llevaban empezaban a pesar. Pero también les acercaban más a su objetivo.
Incluso intentaron separarse en dos y parte del ejército romano atacaba a los astures mientras el resto iría a por los cántabros. Sin embargo, no fue hasta al menos el año 24 a. C. que las fuerzas de los asturcántabros empezaban a debilitarse.
La batalla de Monte Medulio (en el 22 a. C.) fue prácticamente decisiva. Los cántabros estaban rodeados pero ni mucho menos dispuestos a ceder. Preferían morir allí mismo antes que someterse. No daban su brazo a torcer.
El fin definitivo fue en el 19 a. C. Parece que algunos cántabros capturados tiempo atrás consiguieron liberarse y huir. Fue entonces cuando Marco Vipsanio Agripina decidió matar a todos los asturcántabros varones en edad de luchar.
Una medida que supuso el inicio de la romanización de la zona noroeste de la península y el fin de las guerras cántabras. Aunque también supondría el inicio de muchas de sus leyendas.
En Corrales de Buelna se celebra cada año la fiesta de las Guerras Cántabras. Durante el último fin de semana del mes de agosto y también el primer fin de semana de septiembre, que es cuando finaliza con el desfile de cántabros y romanos por la localidad. Una serie de recreaciones y actos históricos considerados de Interés Turístico Internacional desde el 2019. ¡No te las pierdas!
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