Rondando la triple frontera entre tierras pacenses, cacereñas y la Estremadura portuguesa se encuentra el castillo de Alburquerque. Situado sobre un cerro de la sierra de San Pedro, su construcción comenzó en la primera mitad del siglo XIII, recién conquistada la zona a los almohades; y esto se deja notar en su estilo, a medio camino entre el románico tardío y el gótico temprano.
Se trata de una fortificación imponente, que cuenta con una iglesia en vez de capilla, tres líneas de murallas con torreones y una gran torre del homenaje de cinco pisos, tres de los cuales solo son accesibles desde un puente levadizo. Es, en definitiva, un castillo de grandes proporciones, con todos los elementos clásicos en este tipo de fortalezas y situado en una zona de frontera: no podría resultar más interesante. Y, por si fuera poco, cuenta con una historia apasionante.
La plaza pasó por multitud de manos durante la Baja Edad Media, entre ellas las del valido de Pedro el Cruel y las del hermano de Enrique de Trastámara. Interesante, ¿verdad? Además, el conjunto fue restaurado tras la Guerra Civil y hoy en día se encuentra abierto al público en un estado envidiable.
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