En el pueblo de Olite, a medio camino entre Pamplona y Tudela, se alza el castillo de Olite. Concebido como palacio real de la dinastía navarra por Carlos III el Noble, quien amplió y reconstruyó la fortaleza preexistente a comienzos del siglo XV, se trata de una mole imponente y digna de albergar a un rey.
El conjunto resulta un tanto anárquico, pues nunca se planteó como un complejo consistente, sino como una serie de edificaciones y ampliaciones anejas. Por eso, este palacio gótico resulta en apariencia tan incoherente. Su recinto amurallado cuenta con una plétora de torreones, y contiene jardines, fosos, una atalaya y varias torres, incluidas la del homenaje, la de las Tres Coronas o la de los Cuatro Vientos. Resultan impresionantes su galería gótica, su jardín de la reina, su sala mudéjar… Se distinguen en su interior un palacio viejo, que hoy es Parador Nacional de Turismo, y un palacio nuevo.
Pese a que se ha mantenido deshabitado desde el siglo XVI, y al aparatoso incendio que sufrió durante la guerra de la Independencia, cuando fue refugio del ejército francés, lo cierto es que se encuentra en un estado de conservación envidiable. Está abierto al público.
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