La costa tinerfeña de la villa de Garachico es el entorno natural en el que se sitúa el castillo de San Miguel. Se trata de una pequeña fortificación en el litoral isleño con una extensa historia. Su minimalismo ejemplifica a la perfección el salto del feudalismo a la monarquía absoluta y de los ejércitos basados en levas señoriales a los más profesionalizados.
Y es que la planta del castillo de San Miguel es un sencillo cuadrado, dividido en dos estancias: una destinada a las cocinas, almacenaje y dormitorios de la tropa, y otra desde la que se accedía a la terraza, donde se desplegaban las piezas de artillería. Ni patio de armas, ni residencia del señor; el castillo es, en las fechas en que se construye San Miguel, una sencilla fortificación militar que nada busca en lo referente al arte o el prestigio de su propietario.
Y es que esta plaza se construye a mediados del siglo XVI, lejos ya del feudalismo de la Plena Edad Media, y en un territorio muy particular donde sus instituciones nunca tuvieron especial incidencia.
Se trata, eso sí, de una edificación muy interesante por lo que respecta a su historia de lucha contra la piratería y los corsarios, y que se encuentra abierta al público como Centro de Información Patrimonial.
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